jueves, 2 de julio de 2009

La autonomía de la UNAH: Una conquista popular.


En la segunda mitad del siglo XX aparecieron en honduras nuevas fuerzas políticas. Una de ellas fue la universidad y concretamente la universidad nacional y pública. La idea motriz que impulsó a esta fuerza fue la “la autonomía”.

La Constitución hondureña de 1957 incorporó a su texto la autonomía universitaria, de aquí la denominación, a partir de entonces, como Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). El movimiento motor para la consecución de la autonomía fue el movimiento estudiantil, aglutinado en la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras (FEUH).
Sabidos son los orígenes de la lucha por la autonomía y que está se remonta a la Universidad de Córdova, en 1918. Sabido es también que este movimiento argentino pasó pronto a Perú, chile, México, Colombia, Cuba, antes de 1930, y que cobró fuerza en Centroamérica a partir de 1944. Dentro de los siguientes quince años la autonomía universitaria vendría a ser reconocida en todos los países de la región.

Podemos resumir así el contenido implicado en el concepto y en la realidad de la autonomía universitaria como un movimiento:
Ø Laico, anti-tradicionalista, anti-escolástico.
Ø Democrático, de participación estudiantil (co-gobierno).
Ø Vanguardista al acoger nuevas corrientes de pensamiento y de acción.
Además, la autonomía se convirtió, para miles de jóvenes, en una apasionada ilusión, que merecía todo el esfuerzo posible para su consecución y posterior defensa, como una premisa para cambiar no sólo el panorama institucional, sino para involucrarse en un cambio social sin precedentes. Puede afirmarse que la lucha por la autonomía hacia vibrar al conglomerado nacional.

Era un movimiento libertario hacia una Universidad independiente de cualquier dictado político y religioso, no sujeta jerárquicamente a gobierno alguno a través de autoridades ministeriales, facultada para darse sus propias leyes y reglamentos y vivir conforme a ellos y a darse internamente sus propias autoridades dentro de una conformación democrática, adonde tuviera importante participación el sector estudiantil y no sólo los togados catedráticos; abierta a novedosas corrientes de pensamiento, factor de modernización de sociedades todavía inmersas en ideas tradicionales, compañera de movimientos sociales innovadores, dentro de una sociedad dominada por oligarquías reaccionarias que había que derrotar.

Honduras no fue ajena a este movimiento. Existen precedentes que no suelen mencionarse, como que en la última legislatura correspondiente al gobierno del Dr. Juan Manuel Gálvez, en 1954, la autonomía para la universidad fue discutida y aprobada. Entre los diputados promotores de esta medida se puede mencionar a Plutarco Castellanos Mendoza, Víctor Cáceres Lara, Eliseo Pérez Cadalso y Conrado Bonilla Colindres.
Debido al rompimiento constitucional que se produjo ese año, la legislatura que tendría que haber refrendado este principio nunca se reunió, quedando pendiente su definitiva aprobación.
Igual que otras novedades en ese momento, como el voto de la mujer concedido por el gobierno de facto de don Julio Lozano Días en 1956, la autonomía podría haber entrado por la puerta oficial, de arriba hacia abajo; sin embargo, las circunstancias la encaminaron a que se convirtiera en una conquista popular.
Una generación de estudiantes universitarios, combativos e inteligentes, se había venido manifestando en el país, desde la oposición al régimen de Tiburcio Carías, en 1944, que motivó el cierre eventual de la universidad, y la cárcel y el exilio para muchos de ellos. Su crítica al orden vigente y a los políticos del patio adquirió perfiles singulares, de ácido e irreverente humor, en la publicación anual de los estudiantes, “El Tornillo Sin Fin”, y en los “Considerandos”, que el 11 de junio, día del estudiante, se leían desde el balcón del Paraninfo Universitario, en la Plaza de la Merced.

Sus denuncias y manifiestos se dirigían con frecuencia contra las todopoderosas compañías bananeras, que controlaban entonces la política nacional y fue proverbial la solidaridad de los estudiantes universitarios con la huelga de los trabajadores de esas bananeras en abril-mayo de 1954. De ahí que cuando Julio Lozano Díaz, gobernante de facto, hizo evidente su propósito de continuar en el poder, a como diera lugar, no hubo día en la capital de la república sin protesta callejera, bajo el liderazgo estudiantil. Y como alguien recordaba, en los recientes actos en los que se conmemoraban los 50 años de esta conquistada autonomía, hubo tardes en las que, entre la profusión de gases lacrimógenos, los policías perseguían a los estudiantes y tardes en las que los estudiantes perseguían a los policías.

El ejército de Honduras, en proceso de profesionalización, derroco a Lozano Díaz un 21 de octubre de 1956. No hubo derramamiento de sangre, antes al contrario, satisfacción entre todas las agrupaciones políticas y entre la población que saludo como héroes a los militares. General satisfacción la hubo también tras que los militares cumplieron su promesa de devolver al país, en el plazo de un año, al orden constitucional, mediante una convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Fue esta Asamblea, la que, en elecciones de segundo grado, llevó a la presidencia al doctor Ramón Villeda Morales, del Partido Liberal, luego de 25 años de permanecer ese instituto político en una sufrida oposición.

Fue, asimismo, la constitución aprobada en diciembre de 1957, la que incorporó como precepto el de la autonomía para la Universidad Nacional.
Los estudiantes se habían ganado a pulso esa autonomía. Sus líderes fueron llamados a dialogar con los jerarcas militares para concretar la realidad de este principio, en el texto constitucional. Por ese entonces, la institución llegaba sus 110 años de existencia.
Reconocimiento a la lucha estudiantil fue el gobierno paritario de la institución, dentro de los organismos de gobierno de la misma: Claustro Pleno, Consejo Universitario y Juntas de Facultad, que se habrían de integrar a futuro, según se consignó en la aprobada Ley Orgánica de la Universidad, de octubre de 1957, con la mitad de representantes de la autoridades-profesionales y la mitad con representantes estudiantiles.

El Presidente de la FEUH figuraba como el par del Rector de la Universidad. Desde Córdoba, las diferentes luchas autonómicas latinoamericanas habían exigido participación estudiantil en el gobierno universitario. La proporción se había venido concediendo de diversas formas, en la UNAH se logró, con la paridad, el máximo de participación y un auténtico co-gobierno para dirigir la institución. Posteriormente se criticaría esta medida como una concesión excesiva. Hasta cierto punto desapercibido, en aquel entonces, y como una consecuencia lógica de autonomía, que la Constitución de 1957 otorgara a la UNAH la facultad de dirigir y desarrollar, exclusivamente, la educación superior y profesional del país.

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