La organización socioeconómica actual genera cada vez más una desigualdad tal que lleva a que pocos vivan en condiciones de abundancia y la gran mayoría lo haga en condiciones de pobreza, con todas sus manifestaciones y consecuencias. Esta situación estructural es generadora de situaciones de marginación y desventaja social especialmente para los jóvenes, que constituyen ya de pro sí un sector vulnerable. Los jóvenes caen en graves problemas como la delincuencia, la drogadicción o la prostitución tras procesos de desintegración personal de corta duración. Estos procesos se inician generalmente en la infancia, por influencia del ambiente familiar, escolar y comunitario. Aunque las manifestaciones de crisis en los jóvenes pueden ser muy variadas: droga, violencia, delincuencia, prostitución, homosexualidad, vagancia, etc. Sus orígenes son comunes: pobreza, desintegración de la persona, desventaja frente al mundo adulto y consecuencias que se heredan de una sociedad cada vez más deshumanizadora.
Los jóvenes en situaciones críticas no están juntos en un mismo lugar, como sucede claramente con los demás sectores específicos. La unidad del sector radica en las condiciones de sufrimiento y desintegración en que viven. Ocasionalmente es posible encontrarlos juntos en el barrio, la calle, la prisión o en algún centro de atención, pero la gran mayoría están solos y aislados. Todos los jóvenes están expuestos a la posibilidad de caer en alguna situación que los ponga en condición crítica, por lo que este sector está muy relacionado con todos los demás. Cada vez es más urgente una acción preventiva, que eduque y promueva, para que la gran mayoría de jóvenes no llegue a situaciones críticas. Pero se requiere también una acción en el nivel de rehabilitación e intervención directa con los grupos que ya se encuentran afectados, para tratar de devolverles su condición humana y digna.
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