martes, 28 de abril de 2009

La concepción "bancaria" de la educación como instrumento de opresión







Estamos en una sociedad en donde la educación que se práctica en nuestro sistema educativo nacional es evidentemente "bancario" en su totalidad, en donde los educandos no desarrollan la capacidad cognoscitiva sino una capacidad mecánica de memorización de contenidos narrados por los educadores. Una educación totalizantemente improductiva desde la perspectiva intelectual en la cual no se estimula la creatividad, ni la capacidad de imaginación. Son clases puramente narradas que, por ello mismo, tienden a petrificarse o a transformarse en algo inerme, sean éstos valores o dimensiones empíricas de la realidad. Narración o disertación que implica un sujeto el que narra y objetos pacientes, oyentes, los educandos.

Existe una especie de enfermedad de la narración. La tónica de la educación es preponderantemente ésta, narrar, siempre narrar... En ella, el educador aparece como su agente indiscutible, como su sujeto real, cuya tarea indeclinable es "llenar" a los educandos con los contenidos de su narración. De ahí que sean más sonido que significado y, como tal, sería mejor no decirla. Es por esto por lo que una de las características de esta educación disertadora es la "sonoridad" de la palabra y no su fuerza transformadora. La narración, cuyo sujeto es el educador, conduce a los educandos a la memorización mecánica del contenido narrado. De este modo, la educación se transforma en un acto de depositar en el cual los educandos son los depositarios y el educador quien deposita. Educadores y educandos se archivan en la medida en que, en esta visión distorsionada de la educación, no existe creatividad alguna, no existe transformación, ni saber. El educador se enfrenta a los educandos como su antinomia necesaria. La "educación bancaria" se caracteriza por:

1. El educador es siempre quien educa; el educando el que es educado.

2. El educador es quien sabe; los educandos quienes no saben.

3. El educador es quien piensa, el sujeto del proceso; los educandos son los objetos pensados.

4. El educador es quien habla; los educandos quienes escuchan dócilmente.

5. El educador es quien disciplina; los educandos los disciplinados.

6. El educador es quien opta y prescribe su opción; los educandos quienes siguen la prescripción.

7. El educador es quien actúa; los educandos son aquellos que tienen la ilusión de que actúan en la actuación del educador.

8. el educador es quien escoge el contenido programático, los educandos a quienes jamás se escucha, se acomodan a él.

9. El educador identifica la autoridad del saber con su autoridad funcional, la que antagónicamente a la libertad de los educandos. son estos quienes deben adaptarse a las determinaciones de aquel.

10. Finalmente, el educador es el sujeto del proceso; el educando, mero objeto.

Si el educador es quien sabe, y si los educandos son los ignorantes, le cabe, entonces, al primero, dar, entregar, llevar, trasmitir su saber de experiencia realizada para ser el saber de experiencia narrada o transmitida. Cuanto más se ejerciten los educandos en el archivo de los depósitos que les son hechos, tanto menos desarrollarán en sí la conciencia crítica de la que resultaría la inserción en el mundo, como transformadores de él. En verdad, lo que pretenden los opresores es transformar la mentalidad de los oprimidos y no la situación que los oprime. Los oprimidos son la patología de las sociedades sanas, que precisan por esto mismo ajustarlos a ella, transformando sus mentalidades de hombres ineptos y perezosos.

Un educador humanista, revolucionario, debe orientarse, en el sentido de la liberación de ambos. En el sentido del pensamiento auténtico y no en el de la donación, el de la entrega de conocimientos. Su acción debe estar empapada de una profunda creencia en los hombres, creencia en su poder creador.

La opresión, que no es sino un control aplastador, es necrófila. Se nutre del amor a la muerte y no al amor de la vida. La liberación auténtica es praxis, que implica la acción y la reflexión de los hombres sobre el mundo para transformarlo. En este sentido, la educación liberadora, problematizadora, ya no puede ser el acto de depositar, de narrar. de transferir o de trasmitir "conocimientos" y valores a los educandos, meros pacientes, como lo hace la educación bancaria, sino ser un acto cognoscente.

Ahora, ya nadie educa a nadie, así como tampoco nadie se educa así mismo, los hombre se educan en comunión, y el mundo es el mediador. Estos, en vez de ser dóciles receptores de los depósitos, se transforman, ahora en investigadores críticos en diálogo con el educador, quien a su vez es también un investigador crítico.

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