La palabra "transgénico" proviene de "trans" (cruzar de un lugar a otro) y "génico" (referido a los genes). En resumidas palabras, es todo aquel organismo que tiene incorporado un gen extraño.
Nuevos y extraños alimentos jamás pensados por la naturaleza ya están apareciendo en su supermercado. Los efectos de estos alimentos aun no se conocen completamente y algunos ya han tenido un efecto devastador en la salud.
La producción de híbridos y el mejoramiento genético tradicional de distintas variedades ha sido una técnica de producción agrícola practicada desde los inicios de la agricultura. Los cruces desarrollados a través de estos métodos convencionales se realizan en variedades iguales o similares. Estas especies tanto animales como vegetales son el resultado de miles de años de evolución. El entrecruzamiento tradicional es el resultado de un proceso natural de reproducción sexual dentro de la misma especie.
La información hereditaria de ambos padres se combina y pasa a la cría. En este proceso las mismas secciones de información genética de la especie, conocida como ADN (ácido desoxirribonucleico) se intercambian con los mismos cromosomas (cuerpo del núcleo de la célula que alberga al ADN), pero los genes casi siempre quedan exactamente en el mismo orden y en las mismas ubicaciones dentro de los cromosomas. Un gen estará entonces siempre rodeado por la misma secuencia de ADN a menos que ocurra un accidente o una mutación. Especies que están emparentadas también pueden reproducirse, como el caballo y el burro, si bien sus crías (híbridos) la mula serán muy probablemente estériles.
La esterilidad y otras disfunciones en los híbridos son el resultado de diferencias genéticas entre dos especies, diferencias que devienen en la incompatibilidad genética. Cuando alteramos el paso natural de la evolución y mezclamos en un mismo organismo vivo, un animal con un vegetal o viceversa, se termina allí el entrecruzamiento tradicional y empieza la ingeniería genética. Los cultivos transgénicos son por lo tanto claramente diferentes a los cultivos tradicionales dado su método de creación.
Los primeros son concebidos en un laboratorio, mientras que los segundos son concebidos en la naturaleza. Sólo en un laboratorio es posible introducir un gen de un organismo en el ADN (estructura genética) de otro organismo, cuando se trata de otra especie completamente distinta, o incluso de un reino diferente (hay vegetales genéticamente modificados que poseen genes de animales, bacterias, virus, etc.) para añadirle un rasgo o condición específica nueva.“Hace miles de años nuestros ancestros iniciaron la domesticación y la conservación de las plantas que forman la diversidad de cultivos que hoy asegura nuestra alimentación. Está en nuestras manos decidir si queremos ser recordados como la generación “terminator” o si queremos conservar nuestra diversidad, herencia global propiedad de nuestros descendientes”.
La ingeniería genética se utiliza para tomar genes y segmentos de ADN de una especie, por ejemplo de un pez, y ponerlos dentro de otra especie, por ejemplo un tomate. Al hacerlo, la ingeniería genética provee un grupo de técnicas para cortar el ADN ya sea al azar o en un número específico de lugares. Una vez aislado, uno puede estudiar los diferentes segmentos del ADN multiplicarlos y montarlos (pegarlos) junto con el ADN de cualquier otro organismo. La ingeniería genética hace posible romper la barrera de las especies completamente diferentes o no emparentadas; hace posible por ejemplo, empalmar el gen anticongelante de un pez en los tomates, pasar el gen de una toxina que mata insectos presente en una bacteria al maíz o al algodón, o pasar genes humanos a cerdos. Aún así existe un problema el gen de un pez no puede trabajar en un tomate a menos que se le adicione lo que se llama un promotor con instrucciones que las células del tomate reconozcan.
La secuencia de ADN de este promotor tendría que ser una secuencia de tomate o una especie similar. La ingeniería genética hace posible romper la barrera de las especies completamente diferentes o no emparentadasLas empresas y la mayoría de los científicos toman aquí un atajo y no se molestan en buscar un promotor apropiado para el tomate, ya que les tomaría años comprender cómo trabajan la regulación y la comunicación interna de las células del tomate. De manera de evitar largos testeos y ajustes la mayoría de las plantas modificadas genéticamente se hacen con promotores virales. Los virus, como generalmente se conoce, son muy activos. Nada o casi nada los detendrá una vez que hayan encontrado una nueva víctima u organismo que los albergue. Integran su información genética dentro del ADN de la célula que los alberga (tales como nuestras células), se multiplican, infectan a las células vecinas y vuelven a multiplicarse. Esto es posible porque los virus han evolucionado como promotores muy poderosos que comandan a la célula que los alberga para leer constantemente los genes virales y producir proteínas virales. Simplemente al tomar un elemento de control es decir, un promotor (el virus de una planta), y colocarlo delante del bloque de información del gen anticongelante del pez, es posible obtener este gen combinado virus/pez para que funcione en la planta en cualquier parte de ella y cuando se requiera.
La poderosa industria de la biotecnología ha invertido cientos de millones en un nuevo producto: las semillas transgénicas. Se trata de exactamente las mismas empresas que hasta el momento comercializaban semillas y agroquímicos a nivel global. Postuladas por las empresas como salvadoras del hambre mundial, o solución a la aplicación del cóctel de agroquímicos, las semillas transgénicas significan de hecho la renovación del catálogo de productos de Monsanto, Novartis, Du Pont, Aventis ó Astra Zéneca, quienes dominan por completo el mercado mundial de estas semillas. Los organismos transgénicos no obedecen a un requerimiento de Unicef o de la Organización Mundial de la Salud, sino a la lógica misma de la tendencia del mercado: la concentración y la búsqueda de una posición de poder y liderazgo en la base de la agricultura industrial, es decir la industria global de alimentos.
LOS NUEVOS FRANKENSTEIN Los encontramos mezclados en nuestros alimentos en las góndolas de supermercados (maíz y porotos de soja genéticamente manipulados). Los encontramos creciendo en campos de experimentación y de cultivo en nuestro país. En Honduras hoy existen la soja, el maíz transgénicos, pero ya se habla de peces o cerdos transgénicos y otros organismos vivos que ingresan en esa categoría. A la técnica empleada se la conoce bajo diversos nombres como ingeniería genética, modificación genética o manipulación genética. Los tres términos significan la misma cosa, el traslado de genes, generalmente de una especie a otra. Los cultivos existentes incluyen maíz con genes de bacterias, tomates con genes de peces, o cerdos con genes de humanos. La ingeniería genética llega camuflada bajo el título de “biotecnología”.
Como se observa este procedimiento puede hacerse entre plantas de igual especie, entre especies no relacionadas o incluso trasladando genes de una planta a un animal y viceversa. Con esta técnica, llamada "ingeniería genética" se han roto las barreras naturales para la reproducción y creación de seres vivos, pues en condiciones naturales sólo es posible el cruzamiento de plantas o animales de la misma especie o de especies relacionadas. A diferencia de otros métodos biotecnológicos de mejoramiento genético (cruzamientos entre especies parientes), la ingeniería genética va mucho más allá: transforma a los seres vivos. En Honduras ya existen en el mercado plantas transgénicas con tolerancia a herbicidas (Soja RR) y plagas (Maíz Bt).
En otras partes del mundo, en tanto, se encuentran en distintas etapas de desarrollo plantas resistentes a climas desfavorables, con mayores cantidades de una determinada propiedad, o plantas con capacidades para prolongar sus períodos de vida. Siguen en la lista variedades de cultivos transgénicos que están siendo probados en distintos lugares del mundo incluida Honduras; algunos de ellos son: la papa, el brócoli, la coliflor, la papaya, el sorgo, el melón y hasta árboles, como el eucaliptus.En estos momentos, existe una gran presión por parte de la industria biotecnológica para difundir masivamente las "semillas estériles" que contienen el llamado "gen Terminator". Con este gen, patentado como "Sistema de Protección Tecnológica", las corporaciones biotecnológicas quieren obligar a los productores a comprar todos los años la semilla y los productos agroquímicos que ellas mismas producen. En pocas palabras, pretenden controlar la agricultura y el mercado alimentario mundial.
Un gran número de entidades civiles está cuestionando la seguridad sanitaria y ambiental de esta clase de organismos Es difícil identificarlos. Los consumidores hondureños, a diferencia de los europeos y japoneses, no pueden elegir lo que comen porque no existe un etiquetado en los productos que advierta si en sus ingredientes o procesados contienen, o no, organismos genéticamente manipulados. El Gobierno no ha previsto ninguna ley que regule este tipo de tráfico de genes en nuestra comida, y ni siquiera ha dado a los ciudadanos la posibilidad de estar advertidos de ello. Y pese a los reclamos de los consumidores, las autoridades hondureñas siguen dándole la espalda al reclamo de la gente de saber qué es lo que se lleva a la boca. Las empresas, hoy por hoy, no están obligadas a etiquetar. Las comidas vegetarianas han sido las primeras en ser contaminadas genéticamente. Le siguieron las carnes elaboradas (en especial los bocaditos de pollo o las hamburguesas), luego los aceites, que suelen utilizarse en margarinas o mayonesas (obviamente también los aceites de cocina contienen componentes de soja) e incluso las golosinas y otros productos de panadería. Hoy, en Honduras, consumir algún alimento que contenga ingredientes con soja, es exponerse a un alto riesgo de introducir en nuestros cuerpos organismos concebidos por la ingeniería genética. En Honduras no existen mecanismos para detectarlos o advertirlos en la comida que se consume diariamente.Lo más práctico es analizar la declaración de ingredientes. Hay que prestar atención en las siguientes palabras en los productos que se compran en los supermercados: lecitina (la mayoría contiene bases de soja) o lecitina de soja (también aparece camuflado con la inscripción INS 322 o 322), proteína vegetal texturizada, proteína texturada de soja, dextrosa, aceite vegetal hidrogenado, emulsificante, proteína de soja aislada o harina de soja.
"Los consumidores tienen derecho a una mayor protección e información... En primer lugar exigimos a las autoridades que se encargan de ejercer los mecanismos de control que realicen su trabajo sin ceder ante los imperativos comerciales y políticos.... que los productores adopten una política de transparencia de cara a los consumidores y que faciliten el acceso a la información que manejan sobre sus experimentos, aplicaciones, controles, etc."
Los productos transgénicos no son más nutritivos, más sabrosos, ni mucho menos más saludables que los convencionales. Hasta el momento, esta rama de la biotecnología ha sido desarrollada principalmente para bajar los costos de producción, no para producir alimentos más saludables. En estos momentos, se está trabajando en alimentos con mayor contenido de hierro y vitaminas, pero el curso de esos proyectos (que se encuentran en distintas fases de investigación y desarrollo) ha encontrado serios reparos en la comunidad científica.
Entre los efectos del uso de productos transgénicos es importante destacar que muchos de los genes usados en esta clase de alimentos no habrían integrado jamás la dieta humana si no fuera por la ingeniería genética. Es decir que es imposible saber cuáles serán los efectos de la ingesta de estos genes sobre la salud humana. Después del desastre sanitario producido con el Mal de la Vaca Loca (generado por la alimentación de elementos ajenos a la dieta de las vacas), la comunidad científica internacional está reclamando, cada vez con más firmeza, un mayor cuidado en el manejo de la tecnología para producir alimentos. Todavía no se sabe mucho acerca de los tan promocionados "alimentos del futuro". Aún así, las advertencias científicas llaman a la alarma. Aquí dos de ellas: 1. Alergias: El New England Journal of Medicine aseguró que los productos modificados por ingeniería genética tienen un potencial alergénico incierto, impredecible e imposible de dimensionar. Algunos alimentos con base de soja ya han generado efectos adversos a la salud humana al transmitir el potencial alergénico de algunos genes Este es el caso, por ejemplo, de la soja que contiene el gen de una nuez de Brasil para aumentar su valor proteico que ha ocasionado serios problemas a personas alérgicas a las nueces. De allí la importancia de que los consumidores sepan qué están comiendo realmente. 2. Resistencia a los antibióticos:
La Sociedad Británica de Médicos alertó sobre la resistencia a los antibióticos en los seres humanos que consumen transgénicos en forma reiterada. Es decir: existe la posibilidad de que los genes resistentes a los antibióticos presentes en los alimentos genéticamente manipulados emigren a bacterias patógenas que afectan la salud humana, y desarrolle su propia resistencia.
"Existen más preguntas que respuestas en relación a esta delicada cuestión. Sigo creyendo en el futuro de la biotecnología, pero considero justificado preguntar: ¿es segura esta comida para el consumo humano?, ¿Los cultivos transgénicos son seguros para el ambiente? ¿Cómo van a afectar a la biodiversidad? ¿Cómo van a afectar a otras plantas, insectos y pájaros?"
Esta clase de cultivos es promocionada como un ahorro para los agricultores, ya que ahora pueden plantar vegetales que matan pestes (porque se les incorporó ADN de una bacteria a su genoma, permitiéndole producir una proteína insecticida). O que toleran poderosos venenos Esto, aparentemente, generaría una baja en sus costos. Pero la realidad es otra. Los que hacen el verdadero negocio son las corporaciones multinacionales que, como se dijo, venden las semillas genéticamente adaptadas a los químicos que también venden. Los productores sólo son parte del negocio, pero jamás se beneficiarán de él.
La ingeniería genética aplicada a la agricultura no solucionará el hambre en el mundo, como afirman las empresas biotecnológicas. Al contrario: tiene el potencial de generar una mayor dependencia alimentaria. Hoy se produce el 50% más de los alimentos necesarios, según el Programa de Alimentos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Sin embargo, unas 53 millones de personas, sólo en América latina pasan hambre. Ellos forman parte de los 795 millones de seres humanos que se encuentran en distintos estados de desnutrición. La cuarta parte de ellos son niños. Mientras en los países industrializados mucha gente se muere por exceso de comida (colesterol, etc.), en el Tercer Mundo muchos pasan hambre, o mueren por malnutrición. La biotecnología dice que los alimentos transgénicos pueden alimentar al planeta. Lo cierto es que la propaganda de la biotecnología se alimenta de numerosos mitos de la agricultura moderna en torno al hambre, la producción de alimentos y la propia agricultura. Desgraciadamente estos mitos han sido y continúan siendo repetidos tan a menudo, que se toman como ciertos. La leyenda creada no se refiere al hambre sino a la causa principal que la genera.
La biotecnología nos hace creer que la producción agrícola no está aumentando al mismo ritmo que crece la población. Hasta ahora numerosos estudios y estadísticas refutan esta afirmación. Aunque el hambre en el mundo aumentó desde 1970, también lo ha hecho en la misma proporción la producción alimentaria per cápita. En Sudamérica el número de hambrientos aumentó en un 19%, y los suministros per cápita en casi un 18%. En el Sur de Asia el hambre y los alimentos per cápita han crecido en un 9%. Estas estadísticas y muchas otras indican que el crecimiento demográfico no ha sido, por lo menos actualmente, la razón principal del aumento del hambre desde 1970. En teoría el volumen total de alimentos disponibles por individuo ha aumentado de manera significativa.
Todavía hay gente hambrienta en Honduras, pero padecen hambre porque no tienen dinero, no porque no haya comida... rechazamos enérgicamente la manera abusiva con que se emplea nuestra pobreza para influir sobre la opinión pública"
El sistema industrial, desde hace siglos y prácticamente en todas las partes del planeta, ha expulsado a las comunidades indígenas o campesinas de sus tierras apropiándoselas para instalar allí cultivos de exportación. Esto también está sucediendo en Honduras: cada vez hay más territorios concentrados en menos propietarios. Si no se accede a la tierra donde poder cultivar alimentos y no se puede comprarlos, se pasará hambre aunque la tecnología incremente los rendimientos. Expulsadas de sus tierras, muchas personas emigran a las nuevas ciudades industriales donde rápidamente pasan a formar parte de las clases urbanas empobrecidas que compiten por trabajos mal pagados en los complejos industriales urbanos. Actualmente más de 500 millones de habitantes de zonas rurales de los países en vías de desarrollo no poseen tierra, o por lo menos no la suficiente para autoabastecerse. Así comienza la dependencia alimentaria. Adquirir alimentos es posible únicamente mediante pago, y si perdieran su poder adquisitivo se verían privados del alimento.
Incrementar la producción agrícola no es el remedio para solucionar el hambre, ya que esta está causada fundamentalmente por la imposibilidad de acceder a la tierra y/o a mantener el poder adquisitivo. Esto está afectando especialmente a los países en desarrollo, entre ellos Honduras, otrora “granero del mundo” y actual “campo de experimentación”.
Lo que puedes hacer: Haz copias de esta hoja y distribúyelas a los amigos, la familia, los colegas, colegios, universidades, sindicatos, clubs y sociedades. Avisa a todo el mundo del peligro. Escribe a tu representante parlamentario, a la prensa, los supermercados, organizaciones de consumidores etc.