jueves, 2 de julio de 2009

¿Cuál es el modelo histórico de la constitución hondureña?


No obstante haberse aprobado en el país diez y seis textos constitucionales, trece estatales y tres federales, desde nuestro punto de vista el Estado de honduras como Estado unitario solamente ha tenido un modelo histórico de Constitución, que fundamentalmente adopta la forma de Estado de democracia clásica, la forma de gobierno republicana, democrática y representativa, el sistema de gobierno presidencialista y que inicialmente enuncia como derechos individuales el de libertad, propiedad e igualdad, a los que posteriormente se van agregando otros en los sucesivos textos constitucionales, hasta llegar a la Constitución de 1957 que inserta por primera vez, un catálogo de derechos sociales, económicos y culturales, que se sistematiza en las constituciones de 1965 y de 1982. En este último período, los textos constitucionales siguiendo en forma más amplia el modelo de las constituciones extensas o desarrolladas, incluye en la parte orgánica materias que no figuraban en las anteriores incluyendo la de 1936, tales como: el sistema económico, regulaciones sobre la banca y moneda, finanzas públicas, presupuesto, responsabilidad del Estado y de los funcionarios públicos, Fuerzas Armadas, Servicio Civil, instituciones descentralizadas, organismos estatales como la Procuraduría General y Contaduría General de la República, etc.
El hecho de que se hayan emitido tantos textos constitucionales se explica, por la inestabilidad política y social en que hemos vivido en América Latina en general, y en Honduras, en particular, así como por la desnaturalización que se produjo del poder constituyente al utilizarlo en forma derivado o reformador de la constitución anterior. A esto hay que agregar el propósito político-sectario circunstancial que tenían los grupos que se disputaban el poder de legitimar por medio de un texto constitucional, la usurpación de la soberanía del pueblo que frecuentemente hacían en detrimento de la democracia que proclamaban defender.

¿Qué papel juegan los medios de comunicación en el contexto político actual?




La información política en la actualidad no puede verse al margen de la transición política nacional ni fuera del contexto internacional que esta caracterizado, entre otras muchas situaciones, por un nuevo orden geopolítico internacional (resultado del fin de la guerra fría), el impulso de un modelo mundial con nuevos perfiles liberales, la necesidad de la articulación económica entre países y por una tendencia hacia la denominada globalización, en donde nuevas tecnologías tienen una función determinante e impactan en las comunicaciones.


El tema de la reforma del Estado es parte integral del debate que se desarrolla en torno a la modernización del país. Este hecho confiere al debate un contenido distinto tanto por sus implicaciones como por las consecuencias políticas que de él emanan.
La crisis de la década de los ochenta hizo posible el surgimiento de una reconstitución de orden interno. Distintas medidas de índole económica explican un reordenamiento que se expresa en las políticas de ajuste, liberalización, apertura comercial, privatización, desregulación y descentralización.


En el espacio político, el desafío de la modernización tiene una complejidad distinta, ya que la reforma del Estado no sólo se traduce en un proceso de readecuación de las distintas instancias del sector público, sino que significa también la emergencia de un período tránsito hacia un nuevo significado de la democracia. Esto quiere decir que nuestro sistema no puede continuar como antes sino que se ve obligado a entrar en fases de renovación total y profunda, las que, de hecho, irán marcando el rumbo por el cual deberá transitar el sistema.


La representatividad, el interés de clase o sectorial, la voluntad colectiva y las alianzas políticas asisten a un proceso de redefinición en un escenario en que el Estado y todas sus fuerzas institucionales (gobierno, partidos, organizaciones empresariales, obreras, campesinas y ciudadanas) asumen formas distintas al relacionarse con la sociedad.
No hay duda de que el efecto más visible de esta transición se esta reflejando en una renovada, dinámica y vigorosa relación entre el Estado y los diversos actores e instituciones políticas que lo conforman, y entre éstos y la sociedad en su conjunto.


El país asiste a un momento político que se caracteriza por la transformación y el cambio constante. La evolución que este hecho representa ha traído como consecuencia una mayor participación de la sociedad en los asuntos políticos, una ampliación de los cauces de expresión social y, por supuesto, el fortalecimiento del pluripartidismo.
En el nuevo escenario nacional, la comunicación social se ve obligada a reencauzar todas sus actividades y a hacerlas parte prioritaria de la acción política. Ya no es posible entender la política al margen de la comunicación ni la comunicación alejada de la política. Una y otra no solo se confunden sino que se funden en forma tal que se parece imposible considerarlas separadas.


Todos y cada uno de los rasgos de esta transición están afectando nuestra forma de entender los medios de comunicación y los procedimientos que resultan efectivos cuando son utilizados como intermediarios entre la clase política y la sociedad. El impacto se percibe en todos los ámbitos: económico, político y social. En cada uno de ellos, la comunicación social se ha visto afectada por cambios de diversa índole. Para incrementar nuestra capacidad de comprensión y análisis sobre estos fenómenos es necesario reflexionar sobre los puntos más relevantes.


De las múltiples consecuencias que los cambios en la economía han generado en la comunicación política, basta señalar algunas de las más significativas:
a) La libre competencia entre una mayor cantidad de opciones en prensa, radio y televisión, hecho que amplía la gama de ofertas para encontrar en ellas nuestras necesidades de entrenamiento, cultura e información.


b) La desaparición de las fronteras comunicacionales, lo que ha hecho posible tener en medios nacionales y en forma directa mensajes diversos producidos desde otros lugares del mundo. Esto, no cabe duda, ha generado nuevos dilemas políticos, pero también ha ampliado nuestros horizontes y la forma en que entendemos el entorno. Somos parte ya de lo se denominado, con gran acierto, la aldea global.

c) La posibilidad que tienen los medios de comunicación nacionales (hecha realidad ya por varios de ellos) de contar, aunque sea en forma minoritaria, con capital extranjero para la operación de sus actividades; el soporte económico de estos, que va acompañado, en muchos casos, de capacitación y producción no necesariamente relacionadas con nuestra idiosincrasia, todo ello con un significado político evidente.


d) Las múltiples facilidades que la apertura comercial ha permitido para que los consorcios y medios de comunicación nacionales puedan hacer alianzas con grupos y medios de otros países, lo que les otorga un carácter estratégico y de mayor competitividad internacional tanto en el nivel económico como político.


En el campo de la política, las transformaciones son múltiples y de impactos irreversibles que habrán de marcar con honda huella las tendencias del próximo siglo. Destacan las siguientes:


a) Es evidente que toda transición política exige al Estado un nuevo protagonismo. El cambio hace imprescindible una adecuación en los símbolos, el discurso y las formas de comunicación entre el político y el ciudadano. En otras palabras, el Estado se ve obligado a mostrar un nuevo rostro, acorde con el nuevo escenario.


b) El proceso de mayor democratización ofrece la posibilidad de una competencia más amplia entre los partidos políticos. Todos enfrentan ya la necesidad de establecer nuevos mecanismos de comunicación más agresivos, eficientes y convincentes para conquistar la confianza, la simpatía y el voto del ciudadano. La comunicación de los partidos con la sociedad a través de los medios de comunicación masiva se convierte, entonces, en una de las principales herramientas de su trabajo político.


c) El gobierno y las autoridades electorales, actores centrales del proceso político de transición, mantienen su obligación de permanecer imparciales y objetivos, así como de ofrecer información suficiente, clara y transparente de todo lo que está ocurriendo dentro del proceso de reforma del Estado.


La sociedad en general y el ciudadano en particular tienen el derecho de estar bien informados y de que la autoridad refuerce todos los elementos que sean necesarios para poder ejercer, en forma responsable, su libertad de expresión.
La sociedad no puede permanecer ajena a los cambios. Los efectos de las transformaciones que se viven en el país han tenido diversas repercusiones. La prolongada crisis económica y los conflictos políticos que se han vivido durante los últimos años (toda transición tiene sus costos) muestran evidente evolución en el comportamiento político del ciudadano.


Primero, porque en el escenario político-comunicacional asume un papel más activo. La abundante oferta de espacios noticiosos es clara muestra de que la información política adquiere un alto valor simbólico, sin precedentes en la historia reciente del país.


Segundo, porque están cambiando las formas de organización de varios grupos sociales, muchos de los cuales ya no buscan adherirse ni comprometerse con las organizaciones, ya sea porque desconfían de la autoridad, los partidos, los liderazgos de toda índole (sindicales, campesinos, populares) y los representantes vecinales, o porque no se sienten identificados con los intereses de clase o de sector que fueron funcionales al sistema en el pasado.

Por eso, la forma de relacionarse de los individuos se ajusta a nuevas reglas y procedimientos, en donde el ciudadano adquiere funciones más activas e influyentes, muchas veces al margen de las organizaciones tradicionales.


Tercero, porque el vertiginoso y acelerado proceso de cambio está sentando las bases para la conformación de una nueva cultura política, en donde símbolos y valores viven un importante proceso de transformación, que orienta no sólo las nuevas tendencias que afectan la vida cotidiana de todos y el modo en que nos interrelacionamos, comunicamos y convivimos, sino también nuestra percepción de la actividad política nacional, regional, estatal y local, lo que incluye una gama de instituciones, medios de comunicación y actores políticos.

La autonomía de la UNAH: Una conquista popular.


En la segunda mitad del siglo XX aparecieron en honduras nuevas fuerzas políticas. Una de ellas fue la universidad y concretamente la universidad nacional y pública. La idea motriz que impulsó a esta fuerza fue la “la autonomía”.

La Constitución hondureña de 1957 incorporó a su texto la autonomía universitaria, de aquí la denominación, a partir de entonces, como Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). El movimiento motor para la consecución de la autonomía fue el movimiento estudiantil, aglutinado en la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras (FEUH).
Sabidos son los orígenes de la lucha por la autonomía y que está se remonta a la Universidad de Córdova, en 1918. Sabido es también que este movimiento argentino pasó pronto a Perú, chile, México, Colombia, Cuba, antes de 1930, y que cobró fuerza en Centroamérica a partir de 1944. Dentro de los siguientes quince años la autonomía universitaria vendría a ser reconocida en todos los países de la región.

Podemos resumir así el contenido implicado en el concepto y en la realidad de la autonomía universitaria como un movimiento:
Ø Laico, anti-tradicionalista, anti-escolástico.
Ø Democrático, de participación estudiantil (co-gobierno).
Ø Vanguardista al acoger nuevas corrientes de pensamiento y de acción.
Además, la autonomía se convirtió, para miles de jóvenes, en una apasionada ilusión, que merecía todo el esfuerzo posible para su consecución y posterior defensa, como una premisa para cambiar no sólo el panorama institucional, sino para involucrarse en un cambio social sin precedentes. Puede afirmarse que la lucha por la autonomía hacia vibrar al conglomerado nacional.

Era un movimiento libertario hacia una Universidad independiente de cualquier dictado político y religioso, no sujeta jerárquicamente a gobierno alguno a través de autoridades ministeriales, facultada para darse sus propias leyes y reglamentos y vivir conforme a ellos y a darse internamente sus propias autoridades dentro de una conformación democrática, adonde tuviera importante participación el sector estudiantil y no sólo los togados catedráticos; abierta a novedosas corrientes de pensamiento, factor de modernización de sociedades todavía inmersas en ideas tradicionales, compañera de movimientos sociales innovadores, dentro de una sociedad dominada por oligarquías reaccionarias que había que derrotar.

Honduras no fue ajena a este movimiento. Existen precedentes que no suelen mencionarse, como que en la última legislatura correspondiente al gobierno del Dr. Juan Manuel Gálvez, en 1954, la autonomía para la universidad fue discutida y aprobada. Entre los diputados promotores de esta medida se puede mencionar a Plutarco Castellanos Mendoza, Víctor Cáceres Lara, Eliseo Pérez Cadalso y Conrado Bonilla Colindres.
Debido al rompimiento constitucional que se produjo ese año, la legislatura que tendría que haber refrendado este principio nunca se reunió, quedando pendiente su definitiva aprobación.
Igual que otras novedades en ese momento, como el voto de la mujer concedido por el gobierno de facto de don Julio Lozano Días en 1956, la autonomía podría haber entrado por la puerta oficial, de arriba hacia abajo; sin embargo, las circunstancias la encaminaron a que se convirtiera en una conquista popular.
Una generación de estudiantes universitarios, combativos e inteligentes, se había venido manifestando en el país, desde la oposición al régimen de Tiburcio Carías, en 1944, que motivó el cierre eventual de la universidad, y la cárcel y el exilio para muchos de ellos. Su crítica al orden vigente y a los políticos del patio adquirió perfiles singulares, de ácido e irreverente humor, en la publicación anual de los estudiantes, “El Tornillo Sin Fin”, y en los “Considerandos”, que el 11 de junio, día del estudiante, se leían desde el balcón del Paraninfo Universitario, en la Plaza de la Merced.

Sus denuncias y manifiestos se dirigían con frecuencia contra las todopoderosas compañías bananeras, que controlaban entonces la política nacional y fue proverbial la solidaridad de los estudiantes universitarios con la huelga de los trabajadores de esas bananeras en abril-mayo de 1954. De ahí que cuando Julio Lozano Díaz, gobernante de facto, hizo evidente su propósito de continuar en el poder, a como diera lugar, no hubo día en la capital de la república sin protesta callejera, bajo el liderazgo estudiantil. Y como alguien recordaba, en los recientes actos en los que se conmemoraban los 50 años de esta conquistada autonomía, hubo tardes en las que, entre la profusión de gases lacrimógenos, los policías perseguían a los estudiantes y tardes en las que los estudiantes perseguían a los policías.

El ejército de Honduras, en proceso de profesionalización, derroco a Lozano Díaz un 21 de octubre de 1956. No hubo derramamiento de sangre, antes al contrario, satisfacción entre todas las agrupaciones políticas y entre la población que saludo como héroes a los militares. General satisfacción la hubo también tras que los militares cumplieron su promesa de devolver al país, en el plazo de un año, al orden constitucional, mediante una convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Fue esta Asamblea, la que, en elecciones de segundo grado, llevó a la presidencia al doctor Ramón Villeda Morales, del Partido Liberal, luego de 25 años de permanecer ese instituto político en una sufrida oposición.

Fue, asimismo, la constitución aprobada en diciembre de 1957, la que incorporó como precepto el de la autonomía para la Universidad Nacional.
Los estudiantes se habían ganado a pulso esa autonomía. Sus líderes fueron llamados a dialogar con los jerarcas militares para concretar la realidad de este principio, en el texto constitucional. Por ese entonces, la institución llegaba sus 110 años de existencia.
Reconocimiento a la lucha estudiantil fue el gobierno paritario de la institución, dentro de los organismos de gobierno de la misma: Claustro Pleno, Consejo Universitario y Juntas de Facultad, que se habrían de integrar a futuro, según se consignó en la aprobada Ley Orgánica de la Universidad, de octubre de 1957, con la mitad de representantes de la autoridades-profesionales y la mitad con representantes estudiantiles.

El Presidente de la FEUH figuraba como el par del Rector de la Universidad. Desde Córdoba, las diferentes luchas autonómicas latinoamericanas habían exigido participación estudiantil en el gobierno universitario. La proporción se había venido concediendo de diversas formas, en la UNAH se logró, con la paridad, el máximo de participación y un auténtico co-gobierno para dirigir la institución. Posteriormente se criticaría esta medida como una concesión excesiva. Hasta cierto punto desapercibido, en aquel entonces, y como una consecuencia lógica de autonomía, que la Constitución de 1957 otorgara a la UNAH la facultad de dirigir y desarrollar, exclusivamente, la educación superior y profesional del país.

La reforma universitaria de la UNAH tuvo un acento centroamericano.


Jorge Arturo Reina era, por ese entonces, uno de los principales líderes estudiantiles. Después, de 1973 a 1979, durante dos períodos, sería Rector de la UNAH, habiendo enriquecido su experiencia académica en Costa Rica y El Salvador. Su obra, en dos tomos “Historia de la UNAH en su época Autónoma” recoge parte de este proceso y de sus experiencias y da cuenta de esa sensibilidad peculiar propia de cuantos se comprometieron con la institución de manera vital, teniendo en la Universidad algo más que un simple lugar de trabajo.

En el prólogo de esta obra profesa confiesa “Es muy difícil verter en el papel lo que uno lleva en el espíritu. La UNAH la llevo en la mente, en el corazón y en el alma. En ella aprendí a luchar por lo que aspiro; a pensar lo que pienso y amar lo que amo. En ella conocí el rigor del estudio y la alegría de los años mozos”. Es conveniente comprender esta sensibilidad, para adentrarse en las luchas universitarias; en una carta de 1959 a su novia y luego esposa le escribe Jorge Arturo: “En nuestro amor tendrás, eso sí, una rival: la UNAH; es una rival que llevo muy dentro, pero que no es de carne y hueso”.

El Rector Reina considera que “conquistar la autonomía fue difícil, pero transformar la Universidad mucho más”. Si la autonomía se hubiera obtenido gracias a una concesión oficial, y con esto la universidad hubiera experimentado un cambio funcional que la descentralizaba, al estilo de otras entidades, como sucedió con la Empresa Nacional de Energía Eléctrica o la de Telecomunicaciones, hubiera continuado siendo un apéndice del gobierno bajo un régimen especial. Pero, y esto aconteció en toda Latinoamérica, a la autonomía por la que había luchado el movimiento estudiantil. Tenía que sucederle una profunda reforma de la institución. El movimiento estudiantil universitario, del cual fue líder Jorge Arturo Reina, se denominaba, precisamente, Frente de Reforma Universitaria (FRU).

El término “reforma” estaba en el ambiente. Se hablaba, genéricamente, de “reforma educativa” y sobre todo de “reforma agraria”, una toma de la riqueza agrícola por la masa campesina y al no ser así muchos revolucionarios radicales criticaban la supuesta limitación de este concepto como objeto político. La reforma agraria, al contario de una toma de poder, vendría a ser más bien un proceso dirigido por el Estado, un Estado al que las demandas y la beligerancia del pueblo estaban obligando a trasponer, ya en la segunda mitad del siglo XX en Centroamérica, el estrecho liberalismo del siglo XIX con sus lemas de dejar hacer y dejar pasar, o de una supuesta igualdad ente la ley, proponiendo únicamente un buen marco jurídico favorable a los individuos para que pudieran realizarse con éxito.
Se ponía como ejemplo el proceso de reforma agraria producido por la revolución mexicana y conducida por el gobierno mexicano del PRI. Se establecían las bases, en Honduras a partir del gobierno de Juan Manuel Gálvez, del desarrollismo estatal, gobiernos dentro del marco capitalista de respeto a la propiedad privada pero con una fuerte iniciativa del Estado, para promover e intervenir en el sector económico y social e introducir cambios sustanciales en la realidad tan atrasada de estos pueblos; se trataba de modernizarlos, de conducirlos hacia el paradigma de la industrialización.
Esta tendencia oficial, lógicamente, avivaba los intereses y las exigencias populares que a través de diversos movimientos y organizaciones reclamaba participar y no solo ser espectador del proceso. En el gobierno liberal de Ramón Villeda Morales pueden verse conflictos populares e iniciativas estatales dándose la mano; por ejemplo: las masivas manifestaciones magisteriales que arrancaron de dicho gobierno el derecho para los maestros a convertirse en gremios profesionales: la entrega, ese mismo año, en el Estadio Nacional, por parte del Presidente a las asociaciones campesinas del texto recién aprobado por el Congreso, de la primera ley de Reforma Agraria.
Este tema de la reforma agraria fue muy espinosos en Guatemala y el trasfondo real para que la CIA, el Departamento de Estado y la United Fruit Comapany organizaran desde honduras a un pequeño contingente de exiliados que derrocaron al gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán, en momentos en que sus leyes agrarias estaban afectando terrenos que habían sido otorgados en concesión a la mencionada compañía bananera. Hablar de “reforma”, aunque no se hablara de “revolución”, tanto en educación como en economía, (hablar por ejemplo, de una “reforma tributaria”) suponía un sesgo favorecedor de las mayorías, en detrimento del inveterado poder de los grupos oligárquicos.

La reforma universitaria tuvo acento centroamericano. El Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA) sirvió de caja de resonancia. Fue el CSUCA, fundado en 1948, el primer organismo regional del istmo, antes de que se iniciara el proyecto integrador del Mercado Común Centroamericano.
Para dicho año solo las Universidades de San Carlos de Guatemala y de Costa Rica eran autónomas. Ambas actuaron como polos a favor de la autonomía, con una tendencia más política la de San Carlos, auspiciada por los gobiernos de la llamada revolución de 1944, primero Juan José Arévalo, sucedido por el de Árbenz Guzmán; una tendencia más académica la de Costa Rica, adonde uno de sus teóricos fue Rodrigo Facio, que era a su vez uno de los principales intelectuales del Partido Liberación Nacional, llegado al poder en 1948, con la revolución promovida por José Figueres.
En la sede del CSUCA, en San José, se daban cita los académicos e intelectuales de la región para no sólo acuerpar la reforma, sino para darle un sentido de uniformidad y fuerza regional, insistiendo en su carácter democratizador e innovador.

La experiencia hondureña frente a la reforma en la UNAH.

En muchos discursos políticos o descripciones históricas, en Honduras, damos en presentar espejismos. Al estilo europeo, nos parece asistir a grandes masas revolucionarias en acción, militares con uniformes entorchados, debates parlamentarios en suntuosos palacios, muy en contraste con nuestra realidad hondureña de muy pequeñas ciudades, antes de la segunda mitad del siglo XX, con edificaciones públicas más bien humildes de trazas pueblerinas y rurales.
Esto puede venir a cuento con la Universidad, todavía en 1957, cuando alcanzó su autonomía. Muchas descripciones toman al pie de la letra el Manifiesto de Córdoba, origen del movimiento, y ya que esta Universidad provenía de un colegio jesuita colonial, guardaba en su funcionamiento muchos elementos de las viejas universidades eclesiásticas.
Entonces repetimos, en honduras, que la autonomía se hizo para ponerle fin a la enseñanza “escolástica” y a la tiranía de los falsos doctores de los claustros. Si hubo algún momento que asemejara a nuestra universidad con un establecimiento escolástico se redujo al período entre 1847-1882, bajo la inspiración conductora del Padre Reyes, su primer rector. Y aún puede dudarse que en el escolasticismo propiamente dicho se practicara entonces. Con la reforma introducida por el gobierno de Marco Aurelio Soto, en 1882, el espíritu de la universidad pasó de religioso a laico y positivista, magistralmente caracterizado por el ministro reformador, Ramón sosa, en su “Discurso de Apertura de la Universidad Central de Honduras”.

Pero lo que más aleja a la universidad de honduras, en vísperas de su autonomía, del retrato pintado en córdoba y muchas veces repetido sin ulterior análisis u observación de la realidad nacional, son las dimensiones que tenía aquella institución universitaria. Los discursos podrán hablarnos de una universidad integrada en un cónclave tradicional de muy serios catedráticos togados mascullando en latín y sojuzgando con su arbitrariedad a una bullente población estudiantil, llena de ideales modernizadores. Eso en los discursos.
La realidad es que esa confrontación no se daba en el seno de la institución. Conquistar la autonomía fue tarea difícil, dice el Rector Reina, más difícil iba a ser reformar la Universidad, adonde reformar no era darle vuelta a la organización o alas tendencias filosóficas de la institución, reformar era, prácticamente, crear la institución.

Porque apenas existía la academia. En sentido estricto, no podía haber academia allí donde no había académicos. Ni siquiera el rector o os Decanos trabajaban a tiempo completo para la universidad. Todos los docentes eran docentes por hora. Abogados, médicos, ingenieros que se dedicaban al ejercicio privado de su profesión o que trabajaban para el sector público y que le concedían una hora de su tiempo diario de la honrosa actividad de ir a servir esa hora al aula universitaria, para impartir su sabiduría a la muy exigua población estudiantil de entonces.
La universidad apenas tenía 1112 estudiantes en 1957, ningún docente real en su seno muy limitado cuerpo administrativo, en el que destacaba la secretaría de la facultad, que era quien llevaba los registros de matrícula y calificaciones. Debido a esto, en la Ley Orgánica de 1957 y en la costumbre institucionalizada posteriormente se habló siempre, en la composición de los organismos de gobierno, del sector estudiantil y del sector profesional, no del sector docente, que es lo propio de una academia del nivel superior; ya que se trataba de profesionales ocasionalmente al servicio de la docencia universitaria.
Era una Universidad de estudiantes. La participación política de los estudiantes, bulliciosa, beligerante contra el gobierno establecido explica en gran medida la paridad estudiantil, el que hubieran obtenido un cincuenta por ciento de la representación destinada a regir la universidad autónoma. En la misma sociedad no se entendía lo que era ser un docente universitario porque nunca había existido en propiedad. Esa ausencia de docentes y hasta de autoridades a tiempo permanente también explica la paridad. Más que hubieran pedido. Carecían de interlocutores.

Plan de desarrollo universitario de la UNAH 1967-1972.

Todo estaba por hacer. El abogado Oswaldo Ramos Soto, rector apoyado por la derecha, criticó a las administraciones inmediatamente anteriores a la suya, payadas por la izquierda, por su rechazo a la planificación de la actividad universitaria; el de su Rectoría fue el segundo Plan de Desarrollo Universitario, habiendo sido aprobada el primero por el Rector Arturo Quesada, también apoyado por el Frente Unido Universitario Democrático (FUUD), la agrupación estudiantil de la derecha. Planificar, sin embargo, en materia económica, especialmente, era una operación que había surgido del socialismo aunque fue adoptada por los gobiernos del capitalismo desarrollista y se generalizó después de la Segunda Guerra Mundial, al punto de convertirse en una estrategia técnica de trabajo sin orientación ideológica.

Las inquietudes, ilusiones, proyectos de la primera generación de la autonomía quedaron plasmados en el Plan de Desarrollo Universitario 1967-1972. La puesta en marcha de este plan y la consecución posterior de muchos de sus objetivos significaron para le rectoría del ingeniero Arturo Quesada, ejercida durante dos períodos, ser considerada como la más importante gestión de la época autónoma.

Este Plan de Desarrollo recogió, por otra parte, los planteamientos de reforma generados y recomendados desde el organismo regional universitario, CSUCA, y las conclusiones de una misión de UNESCO, de 1962. Los principios de esta reforma universitaria, transformados en Plan de Desarrollo, se inspiraron en gran medida en las ideas y análisis del académico norteamericano Rudolph P. Atcon acerca del mundo universitario latinoamericano, que era pertinente cambiar y de la dirección que había que darle a dichos cambios.

Según Atcon:

Ø La universidad latinoamericana era una institución 2feudal”. Aunque el término pueda ser objetable, entendida por ello su carácter desmembrado en islas de poder o facultades, cada cual omnímoda en su propio campo. El principal organismo de gobierno, Consejo Universitario, era una especie de club con un rector como presidente nominal pero sin autoridad para conjuntar a estos decanos, dueños y señores de su propio feudo.

Ø La universidad latinoamericana era únicamente profesionalizante. Se acuñó la frase de que era “una fabrica” de profesionales. Sólo se dedicaba a preparar futuros profesionales y sobre todo en Centroamérica, en las áreas más tradicionales: derecho, medicina, ingeniería. Aparte de eso, no hacía nada más y mucho menos investigar y producir o divulgar el conocimiento científico o los aportes de la cultura y de la creatividad artística.

Ø La universidad latinoamericana se había convertido en elemento privilegiado del orden prevaleciente, injusto y atrasado. En los muy encumbrados órdenes y jerarquías de terratenientes, burócratas y militares se habían incrustado los poseedores de un título universitario; estos privilegiados de nuevo cuño ocupaban también el poder y justificaban el poder de las élites seculares, favoreciendo es statu quo.

Ø La universidad latinoamericana, así constituida, era una rémora de la que poco podía esperar la sociedad en vistas a su futuro y necesario desarrollo.

Atcon efectuó su análisis pero además propuso medidas correctivas. La principal recomendación de todas fue la de la inmediata introducción a la formación universitaria de los Estudios Generales. La misión de UNESCO y el CSUCA secundaron de inmediato esta propuesta que fue siendo adoptada por las universidades públicas de la región.


Dado el origen norteamericano del proyectista, la reforma de Atcon fue acusada de imperialista por movimientos estudiantiles radicales en Guatemala y el Salvador, cuyas universidades públicas suprimieron los Estudios Generales. Pero subsistieron e incluso fueron reforzados en las universidades de Costa Rica, autónoma de Nicaragua y autónoma de Honduras.

Una virtud de esta reforma, que utilizó como punta de lanza a los Estudios Generales, fue que no se trató de una “ley” (en Honduras estamos muy acostumbrados a considerar que toda reforma debe comenzar y casi agotarse en una medida legal); tampoco se trato de un cambio en el organigrama de poder (otra receta muy hondureña para reformar ajustando las estructuras de mando); se trato de un cambio introducido directamente al currículo y al aula, al trabajo académico diario entre profesores y estudiantes.

Para la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, los Estudios Generales implicaron:


Ø Un enriquecimiento del currículo para los estudiantes, con independencia de la carrera escogida. De este modo se les daba a todos y todas una base uniforme, una formación fundada en un perfil social dl universitario, una oportunidad para superar la excesiva carga profesionalizante que estaba convirtiendo a cada graduado en un “inculto” en un “bárbaro” tecnócrata, parafraseando ideas del filosofo español José Ortega y Gasset) que creían saberlo todo y no superaban el estrecho marco de las orejeras de su especialización.

Ø Una educación formativa en valores individuales y sociales para suministrar a los estudiantes “conocimientos sobre el universo en que vive, a todos los niveles y en todas las formas y prepararlo para la vida como ciudadano influyente y productivo”; para así desenvolver las aptitudes dele estudiante para “pensar con precisión, expresarse con corrección, sentir como emoción, actuar con responsabilidad”. De acuerdo con el Plan de Desarrollo, el perfil del universitario “cumplirá las siguientes exigencias: ser hombre de cultura, ser hombre de región, ser hombre productivo”.


Ø La introducción, por primera vez en el nivel académico superior, del cultivo y el estudio de disciplinas que son el núcleo de la formación científica y que pueden abrir el campo a una productiva investigación científica. Nunca antes, en Honduras, a nivel superior y con graduados universitarios en el respectivo campo, se había enseñado Matemáticas, Filosofía, Historia, Sociología, Física, Biología, Ciencias Políticas, Español. Es cierto que en diferentes carreras se enseñaba matemática, ciencias naturales, ciencias sociales, filosofía, lengua materna, pero para la población hondureña saber de matemática era propio de ingenieros y saber de filosofía o de historia era propio de abogados lo que no era más que un reflejo de aquella universidad pequeña, anti-científica y profesionalizante. Con la introducción de los Estudios Generales, la UNAH comenzó a albergar a los conocedores directos, formados en estos campos, contrató matemáticos, físicos, filósofos, historiadores, biólogos, lingüistas.

Ø La definición de la unidad académica básica que ya no habrían de ser la facultad o la cátedra sino el departamento. Todas las asignaturas de un campo, matemática por ejemplo, servidas por un mismo departamento, todos los profesores de un campo, de matemática por ejemplo, pertenecientes a un mismo departamento, todos los estudiantes matriculados en alguna asignatura de un campo, el de matemáticas, por ejemplo, atendidos por un mismo departamento. Así y para toda la Universidad, el departamento de matemáticas, compuesto por matemáticos, se encargaba de servir todas las asignaturas de matemática cursadas en cualquier carrera o facultad, a todos los estudiantes matriculados en alguna asignatura de matemática perteneciente a cualquier carrera o facultad. Esta era, además, de una solución lógica académica, para dar a cada campo y a cada especialista en dicho campo lo correspondiente, una forma eficaz de romper las islas dispersas que eran las facultades.

Ø La necesidad de contraer profesores a tiempo completo. Atcon conocía de primera mano a las universidades norteamericanas adonde no se concibe un académico universitario que no le entregue todo a su tiempo laboral a la entidad a la que presta servicios. En Latinoamérica, y sobre todo en Honduras, era todo lo contrario, los profesores sólo eventualmente acudían a la universidad. Pero los Estudios Generales, diseñados para atender una matricula creciente, en especial, de estudiantes de primer ingreso y de los primeros ciclos de una carrera, junto al proceso de departamentalización, comenzaron a requerir un nuevo tipo docente, que estuviera todo su tiempo laboral en el campus. Por otra parte, si médicos y abogados tienen un amplio espacio para el ejercicio liberal de su profesión, el campo de acción para físicos, historiadores, matemáticos, filósofos en el nivel superior es casi necesariamente una universidad. De esta forma, la academia en Honduras empezó a fortalecerse.

En Centroamérica hubo diversas propuestas de currículo para los Estudios Generales. Por lo común, se incluía una asignatura de matemáticas que, en Honduras, en un principio, era igual para cualquier estudiante de cualquier carrera, sobre la base de que la matemática es hoy día el lenguaje fundamental de todas las ciencias; más adelante, este curso común fue conociendo variaciones según las áreas, por ejemplo, para el área de las ciencias sociales se estableció un curso de Estadística Social.


Nunca faltó una asignatura de Filosofía, para dotar a todos los estudiantes con los instrumentos intelectuales que le permitieran formarse una visión del mundo y de la vida humana. Si bien, las asignaturas generales se destinaban a estudiantes de primeros años universitarios también se recomendó que además de horizontales fueran verticales y se extendieran a lo largo de toda la formación del estudiante. Esto sobre todo para la filosofía, pues algún curso de esta disciplina parecía adecuado matricular al final, como reflexión en la cúspide de una carrera. Junto a las anteriores, Español e Historia de la Cultura constituían la base más general, mientras se orientaban por áreas de estudio otras asignaturas del campo de la física, biología, química, sociología, antropología, ciencias políticas, literatura.

Se solía recomendar para estudiantes de carreras del campo de las ciencias sociales y a estudiantes, por ejemplo, de economía, tomar las asignaturas orientadas del campo de las ciencias naturales. También, esta recomendación, con el propósito de romper esa visión de estrecha profesionalización. En la UNAH, Historia de la Cultura pasaría a convertirse con el tiempo en Historia General de Honduras, y al campo de la formación general se agregarían asignaturas de educación artística, educativa deportiva y lenguas extranjeras, más una gama de asignaturas optativas.

Hubo necesidad de administrar la creciente complejidad cualitativa y cuantitativa del programa de Estudios Generales. Durante un corto período funcionó el Departamento de Ciencias Básicas (1960) que pronto se transformó en el Centro Universitario de Estudios Generales (CUEG, 1962) que en el Plan de Desarrollo fue concebida como la unidad nuclear de la universidad. Además de atender los estudios generales, fueron surgiendo carreras universitarias en el CUEG relacionados con las disciplinas a su cargo, así las de Pedagogía, Psicología, inicialmente, y luego las de Trabajo Social, Historia, Letras, Filosofía, Física, Biología, Matemáticas, Sociología, Educación física, Arte, Deportes, todas a nivel de licenciatura. Fue difícil plantear y ejecutar la reforma.

Estaba todo por hacer en la universidad y existían viejas ideas y viejas prácticas resistentes a todo cambio o a toda novedad, aún siendo tan mezquino y raquítico el ambiente académico. Fue mucho lo que se hizo: La UNAH abrió sus puertas a todos los graduados del nivel medio, peritos mercantiles y maestros, además de bachilleres y amplias oportunidades para estudiar en horarios diurnos y nocturnos, dando lugar a un notable crecimiento de la matrícula. Gracias a una inteligente y visionaria inversión, la UNAH adquirió predios al este de la ciudad, en la vecindad de la aldea de Suyapa y para 1969 comenzó a trasladarse de los viejos y dispersos edificios del centro a las modernas edificaciones de la Ciudad Universitaria, para cuya construcción se contó con un préstamo del BID.

Se establecieron los servicios administrativos de básica necesidad: oficina personal, oficina de registro, de desarrollo físico. La biblioteca de la UNAH llegó a convertirse en la mejor biblioteca del país, por la calidad y cantidad de sus colecciones. Nunca antes se había congregado tan buen contingente de docentes en la universidad, sobre todo en las disciplinas científicas generales, en la que destacó la colaboración de numerosos docentes de diversos países, como Francia, España, Costa Rica. El número de carreras fue en ascenso, así como una mejor definición de los requisitos curriculares. Se crearon las direcciones académicas de Docencia, Investigación, Extensión y Planificación Universitaria. La universidad nacional comenzó a acreditarse como tal, al expandirse fuera de Tegucigalpa con la creación de los primeros centros regionales en San Pedro Sula (Centro Universitario Regional del norte, CURN) y en la Ceiba, (Centro Universitario del Litoral Atlántico, CURLA).

Encuentros de la comunidad universitaria durante la reforma de la UNAH.



La UNAH fue pionera en utilizar mecanismos de democracia participativa, tan promovidos hoy en día. En efecto, además de sus órganos de gobierno integrados por representantes electos, convocó los denominados Encuentros de la Comunidad Universitaria que tuvieron lugar en 1974, 1981, y 1988.

Al primero de estos encuentros concurrieron los miembros de la comunidad universitaria: autoridades académicas y administrativas, estudiantes, docentes y trabajadores sindicalizados; ya en el segundo, además de la amplia participación interna se contó con representantes de todas las universidades nacionales de Centro América y Panamá, delegados de los sectores organizados de obreros y campesinos, partidos políticos, intelectuales y otros sectores de interés; mientras que al III Encuentro concurrieron 308 delegados propietarios y 127 observadores de la UNAH, 11 conferencistas internacionales y 22 de instituciones invitadas.
El tema general del Primer Encuentro fue el de definir la misión de la universidad. Hubo consenso en que no era otra sino la de contribuir a la transformación de la sociedad hondureña. Esta fórmula ya había sido introducida al momento de reformar la Carta Fundamental del CSUCA, en 1971, a instancias de la UNAH Contribuir a la transformación de la sociedad es la obligación actualmente establecida en la Constitución de la República de 1982, adonde aún se concreta más pues le fija la tarea de programar dicha contribución, o sea obligarse a cumplir metas en tal sentido.

En los años 70, sin embargo, esta fórmula distaba de tener universal acogida. Para el sector radical de la izquierda, dentro y fuera de la universidad, significaba un compromiso demasiado tímido. El contexto intelectual y la acción de diversos grupos de izquierda eran pro-revolucionarios, no reformistas. En ciertos medios universitarios latinoamericanos se había considerado a las universidades públicas como vanguardias de la revolución. Abundaban los manifiestos, en muchas universidades, alentando, inclusive, la lucha armada.

El concepto de “contribuir” a la transformación social resultaba, pues, algo irrisorio. Pero la fórmula tampoco le fue simpática a la derecha. Hoy es moneda corriente, y esto de encaminar el país a su transformación es anhelo que puede ser suscrito por burócratas, empresarios o militares. En aquellos momentos, cuando comenzaba en firme la lucha contra la dictadura de Somoza en Nicaragua y la derecha centroamericana se escudaba en Estados Unidos para no perder sus privilegios, transformar la sociedad era misión que podía esconder propósitos subversivos, intensiones de lesionar los intereses de los ricos y poderosos.

Los participantes en el Primer Encuentro reflexionaron con sensatez: No era la tarea de la universidad “hacer” la revolución ni vivir entre denuncias y manifestaciones callejeras; pero tampoco podía vivir de espaldas a las necesidades del pueblo. Tenía que acompañar a las organizaciones populares en su lucha.

Para poder transformar la sociedad era preciso conocerla. Y el preciso análisis de sus problemas, tanto como el planteamiento de dichos problemas que pudiera conducir a soluciones adecuadas tenía que provenir de un conocimiento científico de la realidad. No de cualquier tipo de conocimiento. Y para partir de ese conocimiento científico de la realidad social, base de su transformación, la universidad era insustituible.

Las conclusiones de este Primer Encuentro podrían resumirse, de conformidad con sus propios textos, así:
“La universidad debe proponerse como objetivo fundamental de acción el contribuir a la transformación de la sociedad. Los objetivos tradicionales: formación de profesionales, conservación y difusión de la cultura, labores de investigación científica, de desarrollo tecnológico, sólo se justifican en la medida que cumplan con el objetivo principal…La universidad es conciente de sus límites: el hombre nuevo, la nueva sociedad que surja, será la obra de los sectores mayoritarios de la población, protagonista que no podrá ser sustituido por ningún otro sector.
La universidad no puede dejar de contribuir al proceso de transformación, pero tampoco debe pretender convertirse en la fuerza determinante del mismo”.
“si nos comprometemos a contribuir a la transformación social…tenemos que conocer previamente la realidad que se quiere transformar. De partida, es evidente la necesidad diseñe los mecanismos adecuados para conocer a fondo la realidad. Este conocimiento ha de conseguirse mediante una actividad permanente, sistemática, rigurosamente científica, pluridisciplinaria, en íntimo contacto con la misma realidad”.

La incorporación de este principio transformador a la Constitución de la República le ha limitado su inclinación ideológica de izquierda, al momento de su formulación, evidenciada en giros de lenguaje abusivos a una determinada concepción, al establecerse que “La acción universitaria no es un fin en sí, sino medio para la transformación revolucionaria de la sociedad”.

El segundo encuentro de la comunidad universitaria tuvo lugar en 1981, durante la Rectoría del doctor Juan Almendares. El tema fue el de las relaciones de la universidad con su entorno. Deliberar sobre su tarea de cara a las organizaciones populares, a partir de la misión encomendada durante el primer encuentro, o sea “programar” (como luego le exigiría la Constitución de 1982) su participación en la transformación de la sociedad, resultaba hasta agradable para la UNAH, que desde 1969 era rectorada por los frentes estudiantiles y catedráticos de izquierda. Sin embargo, se juzgaba que la actividad de vinculación con las organizaciones populares tenía que “ser más orientada y agresiva…superando la concepción asistencialista”, “La comunidad universitaria debe ampliar y fortalecer sus vínculos con los sectores populares en un plano de compenetración mutua y acción conjunta hacia la concientización y la transformación de las condiciones de vida de los grupos marginados”. Era en suma “una opción de clase” reconociendo que “objetivamente es difícil hacer la universidad del pueblo, pero, si es posible llegar al pueblo y nutrirse de él”.

Más espinoso era el terreno para fijar sus relaciones, su actitud, hacia el Estado y los poderes públicos, el Ejército, por ejemplo, o hacia la empresa privada. La universidad es una institución “del Estado”, de carácter público pero descentralizada y autónoma. Dado que debía dirigir y desarrollar, en exclusiva, la educación superior, se había acuñado el concepto de que la UNAH era equivalente a un Ministerio de Educación en el nivel superior y profesional. Por otra parte, se consideraba a los gobiernos de esta sociedad burguesa y dependiente, como expresión de los intereses de la clase dominante y de la política imperial de los Estados Unidos. Siendo así, era un escollo para la liberación de las clases populares y para un desarrollo a favor de los más necesitados.

La autonomía fue propuesta en diversas ocasiones como extra-territorialidad. La universidad era un santuario de libertad. Aunque no existían prohibiciones expresas, a la fuerza pública, en muchas universidades latinoamericanas, le estaba vedado el ingreso a los predios universitarios. Sin embargo, en Honduras, con el sector del gobierno que la UNAH mantenía, desde la rectoría de Jorge Arturo Reina, sus mejores relaciones era con el Ejército.
Había un convenio (1977) para la prestación de servicios académicos por parte de la universidad a diferentes unidades de las Fuerzas Armadas, incluida la Policía que entonces era parte de las mismas.
Para evitar conflictos, sin embargo, los catedráticos de la UNAH iban a las instalaciones militares a enseñar y no eran los uniformados quienes concurrían a las aulas del campus universitario. Además, con ocasión del golpe militar incruento de las Fuerzas Armadas, en 1972, al gobierno bipartito (esto es apoyado por los dos grandes partidos tradicionales, el Nacional y el Liberal) del doctor Ramón Ernesto Cruz, la UNAH público un manifiesto de apoyo a favor de los militares sobre la base de que su Jefe de Estado, general Oswaldo López Arellano, le había dado a su gobierno una tónica populista.

Había, por ejemplo, definido como quehacer fundamentalmente del gobierno de las Fuerzas Armadas realizar la reforma agraria, que desde los tiempos de Villeda Morales, prácticamente no había pasado del papel, mientras la agitación campesina conmocionaba a Honduras, al principio de la década de los 70, de uno a otro confín. Pero a pesar de estos contactos con el ejército no había calado una mutua simpatía entre la academia y el sector oficial, y en términos globales, la universidad se encontraba en una verdadera encrucijada como parte de un Estado cuya forma de gobernar no compartía.

Ante la prevaleciente actitud de desconfianza gubernamental, a veces de hostigamiento y de retardos de las aportaciones estatales al presupuesto de la universidad, la opinión surgida del Segundo Encuentro fue bastante sensata: “Se supondría que ante esta actitud nuestra Primera Casa de Estudios debería reducir al mínimo sus relaciones con el gobierno.
Pero la UNAH debe resistir la tentación de suponerse una isla dentro del sistema estatal. Conforme a la ley y por el respaldo de los sectores mayoritarios que apoyan la conquista de la autonomía, la UNAH debe atreverse a ejercer todas las facultades que le competen. Su aislamiento la mantendría en una situación muy precaria. Debe por lo tanto clarificar su posición frente el gobierno, y exigir de éste más respeto y, sin claudicar en sus principios participar en todas las tareas estatales en que su aporte sea necesario”.

Con la empresa privada, las relaciones de la UNAH eran más problemáticas. Había disparidad de criterios en cuanto a formas de pensar y de actuar entre capitalismo dependiente y una academia que colocaba su norte en formas liberadas de la dependencia fueran populistas, socialistas o comunistas. En 1978, la Junta Militar de Gobierno, emitió la Ley de Universidades Particulares, que allanó el camino para la fundación de la primera de ellas, la universidad José Cecilio del Valle. La UNAH protestó este hecho como una clara violación a su autonomía y a su facultad exclusiva de dirigir el nivel superior.
Desconfianza y temor alberga el sector privado frente al populismo militar, que además de alentar la reforma agraria y la creación de empresas asociativas campesinas, había promulgado una ley de salario mínimo y organizado almacenes estatales para la venta de productos de la canasta básica familiar, cuyos precios estaban controlados por el estado. Pero el doblar 1980, las cosas parecían mejorar para los empresarios.

Los militares ya manifestaban su intención de regresar a los cuarteles, convocar elecciones y devolver el poder a los partidos tradicionales, Ronald Reagan gobernaba en Estados Unidos y le había declarado una guerra frontal al gobierno sandinista de Nicaragua, de filiación marxista y que había, en 1979, desplazado a la dinastía de Somoza del poder. En Europa y Estados Unidos o desde los organismos internacionales de financiamiento se comenzaba a impulsar con fuerza una economía neoliberal antipopulista. La hora de terminar con los sueños revolucionarios o reformistas se vislumbraba cercana.

En sus relaciones con la empresa privada, el Segundo Encuentro se manifestó más partidario del trabajador que del capital, y como secuencias positivas se manifestó dispuesto a apoyar a la mediana y pequeña empresa y a la formación de técnicos:
“La UNAH debe realizar un amplio estudio sobre la actividad empresarial, para detectar la dependencia tecnológica, la subutilización de la capacidad instalada, los precios inflados que se traducen en superganancias y denunciar los malos tratos, la falta de medidas de seguridad que violan las garantías legales laborales y lesionan la salud y seguridad de los trabajadores. Estos podrían utilizar dicho estudio para fortalecer sus luchas reivindicativas y exigir del Gobierno las sanciones contra las empresas que irrespetan los derechos laborales.
La UNAH en general y su Centro de Investigación Industrial en especial, debe dar apoyo a la mediana y pequeña empresa, fundamentalmente a la cooperativa familiar…la UNAH debe dedicarse a la formación de técnicos con visión crítica y compromiso social. Y concluye este párrafo de consideraciones, marcando su distancia “con la empresa privada (la universidad) debe excluir cualquier claudicación con los principios de la comunidad universitaria”.

El III Encuentro de la Comunidad Universitaria se llevó a cabo en 1988. Su tema general fue el de la excelencia académica. Si bien este Encuentro se consideraba prolongación de los anteriores, la situación interna y externa había cambiado. La UNAH, según los promotores del mismo, había definido su misión y sus relaciones con el entorno, en los encuentros anteriores, ahora le tocaba volver los ojos a su propia realidad. Entre otras cosas porque los tiempos no estaban para políticas sociales, por parte de la institución, adonde, desde 1982, la derecha había retomado el poder.

Con la vuelta al orden constitucional no sólo habían ganado vigencia las medidas neoliberales, sino que Honduras fue convertida por Estados Unidos en un bastión anticomunista para luchar contra el sandinismo nicaragüense y contra los movimientos guerrilleros de El Salvador y Guatemala. Para cumplir este cometido, se organizó una base militar norteamericana en Palmerola, valle de Comayagua, y se reprimió y controló duramente a la izquierda hondureña. La UNAH puso también víctimas en esta aplicación de la llamada Doctrina de Seguridad Nacional, elevada por el gobierno del presidente Roberto Suazo Córdova a política de Estado; un líder sindical universitario, Félix Martínez, y un estudiante, presidente de la FEUH, Edgardo Lanza, figuraron entre los asesinados.

Debatir, pues, en este encuentro, sobre excelencia académica y ceñirse al interior de la institución, dadas las tendencias políticas de los nuevos gobiernos universitarios y de la situación imperante en el país era lo previsible. Pero cabe reconocer que volver los ojos hacia la propia realidad de la institución y proclamar como necesidad la excelencia académica tenía, a su vez, sentido como una forma de enfrentar lo que ya todo mundo, por varios años, venía mencionando como la “crisis” de la universidad. El deterioro académico era evidente, el manejo de sus finanzas con poca trasparencia, su prestigio social con índices muy bajos. Objetivamente esto era cierto, pero y muy a propósito, el sector de la empresa privada ligado a los medios de comunicación se encargaba de exagerar la nota, entre otra razones para presentar esta crisis negativa de la universidad como un contraste con la atribuida mejor calidad de las universidades privadas que estaban surgiendo.

El título completo del III Encuentro fue: “Formación Profesional con Excelencia Académica”. La UNAH decidía retornar a sus funciones más elementales y dejarse de compromisos socio-políticos. Y es que se le achacaba que ni siquiera estaba cumpliendo mínimamente con aquella función elemental ya que sus graduados dejaban mucho que desear. Poco podía ofrecer, entonces, desde esa plataforma, al proceso de transformación social.

El menú de la problemática interna por analizar en el encuentro cubría todo el quehacer de la institución: Filosofía educativa, Desarrollo Curricular Actualizado, los Estudiantes y la Excelencia Académica, los profesores y la Excelencia Académica, Investigación, Extensión y Docencia en el proceso formativo, los Estudios de Postgrado, la Educación a Distancia y la Administración Universitaria como Apoyo a la Excelencia Académica. Con un techo algo distante de las conclusiones de los encuentros anteriores, esta temática relacionaba este tercer encuentro con el Plan de Desarrollo auspiciado por el Rector Ramos Soto y, en sucesión futura, con diagnósticos y análisis situacionales que irían conduciendo hasta los planteamientos de la IV Reforma Universitaria.